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lunes, 24 de octubre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

sábado, 15 de octubre de 2011

El asado de Satán (Satansbraten, 1975)











Dirección y guión: Rainer Werner Fassbinder
Fotografía: Jürgen Jürges, Michael Ballhaus (Color, 35 mm)
Montaje: Thea Eymesz, Gabi Eichel
Música: Peer Raben
Dirección Artística: Kurt Raab, Ulrike Bode
Sonido: Paul Schöler, Rolf-Peter Notz, Roland Henschke
Producción: Albatros Produktion, München, con la colaboración de Trio-Film, Duisburg
Coste: 600000 marcos
Duración del rodaje: 29 días (octubre 1975 -14 días- y enero/febrero 1976 -15 días-)
Duración: 112 minutos
Fecha de estreno: 7-10-1976, en el Festival de Mannheim
Cita de Antonin Artaud con que da comienzo el film: "La diferencia entre los paganos y nosotros es que en el origen de todas sus creencias existe el tremendo esfuerzo de no pensar como hombres para permanecer en contacto con la totalidad de la creación, lo cual significa lo divino"




Intérpretes: Kurt Raab (Walter Kranz), Margit Carstensen (Andree), Helen Vita (Luise Kranz), Volker Spengler (Ernst), Ingrid Caven (Lilly), Marquard Bohm (Rolf), Ulli Lommel (Lauf), Y Sa Lo (Lana), Katharina Buchhammer (Irmgart), Armin Meier (Stricher), Vitus Zeplichal (Urs), Dieter Schidor (Willy), Peter Chatel (Eugen), Adrian Hoven (Artzt)...



Cinco años después de Atención a esa prostituta tan querida, Fassbinder pensó que iba siendo hora de llevar a cabo un segundo autorretrato, pero esta vez en negativo y tomando como referencia el Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud. El pretexto que le sirvió para hacerlo fue un hecho que le produjo no pocos quebraderos de cabeza: cuando rodó su guión original de Martha fue demandado por los herederos de Cornell Woolrich, ya que la historia resultó ser una copia casi exacta de su relato For the rest of her life, viéndose obligado a incluir esta referencia en los títulos de crédito de la película. El primer sorprendido por esta circunstancia fue él, pues jamás acertó a adivinar si lo había leído en algún momento de su vida o si se trató efectivamente de una idea paralela. Así nació El asado de Satán, una obra demoledora que a partir del tema del culto al artista constituye una visión negrísima acerca del dinero, el poder, la apatía generalizada o la alienación. Con su característico, afilado e inconfundible sentido de la observación, el director creó quizás la película más transgresora de cuantas realizó, donde cada situación grotesca daba paso a la siguiente sin apenas descanso.


Todo le va mal a Walter Kranz, un famoso poeta de la revolución del sesenta y ocho, monstruo de orgullo y narcisismo que ahora, a mediados de los setenta, sufre una crisis creativa. Endeudado hasta la médula, su banquero se niega a concederle un nuevo préstamo. Su editor, al ver que no ha escrito nada en los últimos dos años, también se niega a darle un adelanto. Kranz vive con su mujer, Luise, una bruja fea mayor que él que no deja de quejarse de las estrecheces a las que la tiene sometida, y con su hermano retrasado mental, que se dedica a coger moscas. Además está Lilly, una antigua amante a la que ve de vez en cuando con el consentimiento de Rolf, su marido. Cierto día, Kranz visita a la rica Imgart para pedirle dinero y mientras firma el cheque en medio del éxtasis provocado por unos jugueteos sado-masos el poeta le dispara y la mata. Desde ese momento, un inspector de policía le seguirá los pasos. Sin embargo, él continúa con su rutina y paga a una prostituta para que le cuente su vida con el propósito de escribir un libro sobre ella. Este hecho parece que le devuelve la inspiración, y comienza a redactar un texto que coincide palabra por palabra con el Albatros de Stefan George. Luise, que comienza a palidecer a causa de un cáncer, descubre el plagio y se lo dice al marido que, lejos de sorprenderse o deprimirse por ello, decide emular a George, adoptando su personalidad, su apariencia física e incluso sus tendencias homosexuales: intentará iniciarse en ellas ligando con un gay en los urinarios de una estación, pero será incapaz de llevar a cabo la experiencia. Con el dinero de Andrée (una admiradora incondicional, solterona cegata que lleva a vivir a su casa, que en su delirio cree ser su mujer y que sufrirá el maltrato del hermano demente de Kranz), organiza un círculo de acólitos parecido al de aquel poeta, pagándoles para que escuchen sus creaciones. Sin embargo, la falta de dinero le hará disolver el círculo. Tras apropiarse de los ahorros que sus padres tenían para mandarse hacer una sepultura, Kranz decide robar a la prostituta que entrevistó, pero sus chulos le dan una paliza y Andrée lo abandona al comprobar que es débil y ha disfrutado con los golpes. Acto seguido muere Luise en un hospital y poco después todo se arregla: Irmgart no ha muerto en realidad porque las balas eran falsas, el inspector de policía que lo seguía estaba al tanto de todo, su querida Lilly se va a vivir con él porque su marido se ha ido con Andrée, y Kranz recupera la inspiración escribiendo el relato No habrá ceremonia para el perro muerto del Führer.


Fassbinder dijo a propósito de esta película: "Walter Kranz es un hombre procedente de la pequeña burguesía, que había tenido éxito con su obra literaria, que había estado políticamente comprometido en tiempos del sesenta y ocho (bien porque sintió la presión real del sufrimiento bien porque no hizo más que participar en algo que estaba de moda), y que probablemente pensaba que las cosas debían cambiar. Y ahora, en la actualidad, ha dado el paso: retorna a los modos de comportamiento típicos de la clase media, aun a pesar de que sean completamente fascistas. Esto me parece absolutamente lógico. ¿Cómo puede un hombre como Kranz, un artista, vivir de otra forma aquello que la sociedad prescribe sin apartarse de ella? Pues llevando la normalidad en que vive al extremo". Desde este punto de vista, El asado de Satán es un film sobre un poeta que hace lo que quiere... y lo que él quiere no es nada más que lo que ha aprendido de la sociedad de la forma parte. En sus tiempos, Kranz vio la posibilidad de expresar sus sueños a través del arte y del compromiso político, pero en la actualidad no es capaz de escribir y la revolución es agua pasada o como mucho tema de conversación en un salón de té. Esta situación conduce a su pérdida de identidad y al refugio en aquellos roles determinados por las circunstancias sociales en las que vive. Dicho de otro modo, Walter Kranz es un poeta que se ha convertido en la pluma y la tinta con las que la brutal y capitalista sociedad "escribe poemas", transformando sus sueños e impulsos creadores en un acto de crueldad: "Kranz es la figura central y los que le rodean son en cierto modo inventados. Él trata a las personas con las que se relaciona como si fueran personajes de sus historias: todas las situaciones constituyen para él momentos de una representación". Lo más gracioso es que Kranz no sabe que él, convertido en un ser manipulado, arruinado e inhumano, es otro personaje más diseñado por otros (la sociedad). No es de extrañar, por tanto, que acabe recuperando la inspiración escribiendo una novela con un título como No habrá ceremonia para el perro muerto del Führer.


Como era de esperar, la polémica saltó con El asado de Satán, a la que se llegó a describir como un acto de odio hacia la raza humana, además de acusar a Rainer de emplear los medios sociales de comunicación para descargar sus sufrimientos íntimos sobre el público. Lo cierto es que en esta obra Fassbinder (calificada por él mismo como "una de las películas alemanas más repugnantes") se complace maliciosamente en derribar figuras autoritarias y en hacer que todas las permutaciones posibles de las relaciones humanas aparezcan como absurdas e indignas (entre otras cosas, el guión obligaba a los actores a escupirse, a agredirse tanto física como verbalmente, y a mostrarse en poses ridículas). En este sentido resulta revelador lo que en cierta ocasión contó el director Daniel Schmid sobre una afirmación de Rainer en la que consideraba que "todos, incluido él mismo, eran unos cerdos, que la relación entre él y los demás era una relación entre cerdos. Yo soy un cerdo, tu eres un cerdo, por eso podemos tratarnos como mejor nos plazca". Satansbraten es, por tanto, una película que excarva en el vertedero de basuras de nuestra civilización, que se empeña en repeler y desagradar porque muestra cómo la sociedad está organizada de tal forma que incluso llega a apropiarse rápidamente de aquellas alternativas que puedan albergar todavía los sueños individuales, el arte y la acción política. De este modo, Fassbinder no tiene ilusión o esperanza alguna de que el mundo pueda cambiar. Ello no quiere decir que él se sintiera superior a las personas y las formas de vida que criticaba: en esta película identificó lo peor de sí mismo con lo peor de esa sociedad de la que él y todos nosotros formamos parte... y lo hizo con el propósito constructivo de combatir la miseria reinante.


Finalmente, el rodaje de esta película fue un verdadero martirio para algunos de sus actores principales. Harry Baer afirma al respecto que "la agresividad de Rainer era implacable: se proyectó en el personaje viscoso y sórdido del poeta que, dicho sea de paso, fue una estupenda creación de Kurt Raab". Éste, consumado alcohólico, llegó a decir que las verdaderas torturas que sufrió durante el rodaje lo llevaron a beber más que nunca, pues Fassbinder lo obligaba a trabajar durante largas horas, estuviese sobrio o no, humillándole delante de todo el equipo y diciéndole que actuaba mal. Margit Carstensen (que encarnaba a la fea, sumisa y cegata Andrée) fue obligada a llegar unas gafas con unas lentes de un grosor casi surrealista, lo que le provocaba fuertes dolores de cabeza. Cuando se quejó a Rainer, éste la acusó de no manifestar entusiasmo alguno por el papel. Ella llegó a decir que "cada uno de los dos estaba receloso del otro y yo me sentía cada vez más insegura de mi rendimiento como actriz. Interiormente estaba muy inhibida, algo que él suele desear de sus actores". En general, durante toda la filmación Fassbinder no dejó de vociferar constantemente que había que trabajar más rápido y los actores y técnicos que no seguían su ritmo sufrieron todo tipo de agresiones verbales por su parte.


El asado de Satán suele ser considerado por los admiradores de Fassbinder como uno de sus trabajos más profundos, dolorosos y lúcidamente nihilistas.

Fuente: http://www.rafamorata.com/asado.html

lunes, 3 de octubre de 2011

Deprisa, deprisa





Ficha técnica
Dirección Carlos Saura
Guion Blanca Astiasu y Carlos Saura
Sonido Bernardo Menz
Montaje Pablo González del Amo
Efectos especiales Reyes Abades
Ver todos los créditos (IMDb)
Datos y cifras
País(es) España
Año 2 de abril de 1981
Estreno drama
Idioma español

Deprisa, Deprisa es una película dirigida por Carlos Saura en 1981. Cuenta la historia de una banda de delincuentes juveniles, cuatro amigos del extrarradio madrileño de la transición, cuya falta de expectativas es suplida por el dinero fácil y las drogas.

Argumento
La película narra la historia de cuatro amigos, especialmente la de la pareja formada por Ángela y Pablo, la mayoría de ellos provenientes de un ambiente marginal y que encuentran diversión y una salida fácil en los robos a mano armada. Robos que poco a poco se van convirtiendo en golpes más grandes y arriesgados.
Entretanto, los cuatro llevan una vida apática y donde únicamente se dedican a ver pasar el tiempo, disfrutar de su compañía y utilizar las drogas como vía de escape. Un reflejo claro del impacto y generalización del uso de la heroína en la España de finales de los 70 y principios de los 80.

Reparto
El reparto de la película estuvo formado por actores no profesionales:

Berta Socuéllamos Zarco (Ángela)
José Antonio Valdelomar (Pablo)
Jesus Arias Aranzueque (Meca)
José María Hervás Roldán (Sebas)
María del Mar Serrano (María)
Consuelo Pascual (abuela de Pablo)
Lucio Fernandez Felipe (Julio)

Análisis
Deprisa, Deprisa es un crudo y triste retrato de una generación en una encrucijada existencial, que luchan para encontrar un camino en un ambiente de transformación y revolución social, el de la España surgida de la represión del fascismo y su paso hacia la democracia.
La película captura el desarraigo de un retraso en el crecimiento moral, generación perdida que ha alcanzado la mayoría de edad en un momento de profundas transformaciones políticas y culturales. La imprudencia y la búsqueda de emoción de los jóvenes anti-héroes de Carlos Saura en Deprisa, Deprisa refleja cicatrices de una vida vivida en la periferia, paradójicamente aislada de la tiranía institucional y el sentido del orden heredado del franquismo y sistemáticamente despreciado por su asociación a la dictadura.
Carlos Saura describió la película como una historia romántica, en el sentido histórico de la palabra, como lo expresa la perspectiva del siglo XIX, que expresaba rebeldía ante la sociedad y sus reglas. En la película, los cuatro protagonistas se rebelan contra un sistema que rechazan y por el que también han sido rechazados.

Recepción
Deprisa, Deprisa fue un éxito de crítica y público, ganó el Oso de Oro de Berlín en 1981. La película tuvo excelentes críticas en Madrid y fue el mayor éxito del productor Elías Querejeta durante sus quince años de colaboración con Carlos Saura. La película también fue el centro de una gran polémica. En Francia y Alemania Occidental se prohibió al considerar que glorifica la violencia y la cultura de las drogas. Posteriormente, sin embargo, fue puesto admitida con clasificaciones restrictivas en ambos países.
En España, el conservador diario ABC criticó la película por su realismo social y acusó a Saura de pagar su actores con drogas duras. Saura negó la acusación, diciendo que su reparto estaba formado por delincuentes reales, entre ellos Jesús Arias, alias El Susi,[1] que utilizaba permisos carcelarios y que tenía una idea mucho mejor de dónde obtener las drogas, y José Antonio Valdelomar un delicuente que cometia habitualmente atracos.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Deprisa,_deprisa