MusicPlaylistView Profile
Create a playlist at MixPod.com

sábado, 10 de marzo de 2012

Ingmar Bergman: 'La sed'














Uno de los problemas (si problema se les puede llamar) a la hora de afrontar un análisis exhaustivo de la obra fílmica de Ingmar Bergman, es que sus primeros filmes no se diferencian excesivamente unos de otros, al menos en apariencia, lo que sumado al limitado conocimiento que la masa de espectadores actual tienen sobre él, produce la sensación de que estamos hablando una y otra vez de la misma película. Y en cierto sentido así es. Dicen que algunos grandes directores siempre hacen la misma película…con variaciones. Mi percepción es que Bergman, en sus primeras diez películas, fue introduciendo las anteriores en la más reciente, como se hace con las matrioskas, creando una forma más perfecta a medida que iba depurando su estilo y reflexionando sobre el trabajo previo. Esto no significa, necesariamente, que la nueva obra fuera de mayor importancia que la anterior, pero sí que su director iba ensanchando, con paciencia y denuedo, su talla artística como director de películas, introduciendo nuevos temas, poniéndose cada vez el listón más alto. Está claro que el director de ‘Crisis’ (‘Kris’, 1945) no podría haber dirigido, con el aplomo y la mirada con lo que dirigió pocos años más tarde, ‘La sed’ (‘Törst’, 1949).

Regresamos al existencialismo profundo de su película anterior, pero también a la tragedia de una pareja para la que es casi imposible mantenerse unida, y a la crítica de un entorno hipócrita incapaz de comprender que el individuo (las partes) es más importante y frágil que la sociedad (lo totalidad), y que siempre se sufre y se muere solo. Y, por supuesto, también a la sensación de que Dios tiene mejores cosas que hacer que escucharnos un poco. Lo que ‘La sed’ propone en añadidura a todo lo que antes había explorado Bergman es una insólita (hasta ese momento de la obra bergmaniana, al menos) estructura narrativa, en la que los saltos temporales y la alternancia de personajes cobran especial relevancia, y en la que la verdad nace más del contraste entre el pasado y el presente, que de una observación directa y precisa de ese presente. Y es que Bergman, cada vez más (y creo que los grandes directores hacen precisamente eso) se iba preocupando más de la forma de contar sus historias que del material dramático que contaba, aunque sin desmerecerlo. Bergman sabía ya que en el arte lo que importa es el cómo.
Pero lo que más llama la atención es que por primera vez Bergman introduce una crítica también potente hacia una pareja que es, sin duda, una pareja burguesa, con todo lo que ello implica de celos infantiles, codependencia, inmadurez frente al dolor. Y lo hace confrontando la rutina más bien gris de esa pareja con la situación dantesca de la Europa de posguerra, en un inteligente guión del que pueden rastrearse, una vez más, las huellas del Strindberg más atormentado (en todo lo relativo a la guerra de sexos y la institución endeble del matrimonio), pero también las de un neorrealismo feroz y en el que Bergman introduce, con gran elegancia y contención, una tensión psicológica extrema. Pero mientras en ‘Prisión’ (‘Fängelse’, 1949), estrenada en Suecia ese mismo año, Bergman acentuaba sus virtudes y escondía bien sus defectos, aquí la enorme tensión de algunos tramos se ve devaluada por la tendencia a fragmentar las secuencias, y a superponer los dramas íntimos de los personajes, con lo que en cierto modo el pasado de Rut y el de Bertil, así como los recuerdos de Viola o de Raoul, terminan enfangándose un poco unos con otros, y la potencia del drama disminuye.


La eterna dificultad del amor
Quizás se titule ‘La sed’ porque todos los personajes de esta película, hasta el más episódico, provoca un enorme sentimiento de insatisfacción personal (lo que les lleva a un nerviosismo latente, a hablar, a comer, a beber sin parar…), una insatisfacción que no saben cómo llenar y que les empuja a ignorar a las personas que tienen alrededor. Rut y Bertil son una pareja acomodada pero llena de dudas, de recuerdos terribles, de aflicciones incurables que no se atreven a contarse el uno al otro (la clásica incomunicación de Bergman), y en el inevitable viaje que han de realizar a través de la devatada Alemania de 1946 surgirán, como un volcán, emociones y sentimientos que ninguno de los dos podrá reprimir ya más. En ell egoísmo y la mezquindad de ambos caracteres nos sentimos identificados como seres humanos, pero también les compadecemos porque Bergman, que es un gran artista y tenía un gran corazón, siempre permite un rayo de esperanza, una chispa de luz y de dignidad a sus torturados personajes, para quienes el amor, siempre, es una batalla perdida, y el peso del pasado es demasiado grande para empezar de nuevo.

El viaje por la Europa de posguerra es interesante porque Bergman lo utiliza como expresión visual de los sentimientos inalcanzables de sus personajes, y como la visión que estos tienen de un mundo que no les hace felices. Sin embargo, sí que hay algo de realismo y de descripción pura de la situación de muchas personas tras la guerra, del hambre y de la desesperación…si bien finalmente las emplea como catarsis para el hambre y el vacío (y la sed espiritual) de su pareja protagonista. Su actor fetiche por aquellos años, el oriundo de Gräsö Birger Malmsten, que todavía trabajaría con el director en algunos títulos más, vuelve a bordar un papel de gran complejidad, no tanto por la profundidad de un personaje que es ante todo un arquetipo burgués, sino por la dificultad de algunas situaciones dramáticas en las que la ambivalencia moral es norma. A ello une Bergman una puesta en escena mucho más nerviosa y enérgica que en anteriores ocasiones, con cortes de montaje mucho más abruptos, frecuentes cambios de altura de la cámara, contrapicados y movimientos que no son (ni serán) habituales en su cine.

Conclusiones
Película con momentos notables, que vale más por lo que busca (aunque detesto esa expresión) que por lo que encuentra, aunque lo que encuentra se erige en momentos de espléndida dirección de actores (¿hacía falta decirlo?) cada vez más ajustada a la puesta en escena y a la técnica narrativa. ‘La sed’ supondría un gran éxito en su país y en Francia, y muchos empezaban a esperar con ansiedad la primera gran obra del joven director nórdico. Pero aún tendrían que esperar un poco más.
Adrián Massanet 13 de agosto de 2011

Fuente: http://www.blogdecine.com/criticas/ingmar-bergman-la-sed

Amedeo Modigliani



























Nombre completo

Amedeo Clemente Modigliani

Nacimiento

12 de julio de 1884 - Livorno

Fallecimiento
24 de enero de 1920 - París

Nacionalidad

Italiana

Área
Pintura
Amedeo Clemente Modigliani (Livorno; 12 de julio de 1884 - París; 24 de enero de 1920) fue un pintor y escultor italiano, perteneciente a la denominada Escuela de París.

Arquetipo del artista bohemio, en su vida hubo estupefacientes, alcohol, mujeres, pobreza y enfermedad, y sólo alcanzó la fama después de muerto.

Biografía

Italia: Infancia y estudios

Fue el cuarto hijo de Eugenia Garsin, una francesa nativa de Marsella, y de Flaminio, nacido en Roma. El padre de Amedeo se dedicó a una profesión tradicional de los judíos europeos: el préstamo. Pero era mal negociante. Prestaba atendiendo más a las necesidades que a las garantías de sus clientes, y muy pronto debió recurrir él mismo a otros prestamistas.
Así como Flaminio Modigliani era benevolente con sus clientes, sus acreedores fueron inflexibles. Eugenia estaba embarazada de Amedeo cuando los oficiales de la justicia se presentaron en su casa. Una vieja ley italiana sirvió para dar un respiro a la familia: todos los objetos que estuvieran sobre la cama de una mujer embarazada eran intocables. Flaminio y Eugenia acumularon en su cama de matrimonio todas las joyas y objetos de algún valor que aún poseían. Esa pequeña fortuna les sirvió para instalarse en una casa más modesta y tratar de comenzar una nueva vida.

Flaminio se alejó de Livorno para probar suerte en la minería. Eugenia abrió una escuela de lenguas para señoritas, a la vez que se dedicaba a escribir cuentos y artículos literarios para algunos periódicos. Mientras tanto, criaba a sus cuatro hijos, y así es como Modigliani pasa su infancia entre la pobreza y la enfermedad.
A los 14 años, Amedeo ("Dedo", como lo llamaban en su familia) comenzó a tomar clases de pintura con Guglielmo Micheli, un discípulo de Fattori, uno de los pintores del movimiento florentino conocido como los macchiaioli, un nombre que eligieron a partir de los ataques de algunos críticos que decían que pintaban con manchas ("macchie"). Poco después de comenzar sus estudios de pintura, Amedeo sufre un ataque de fiebre tifoidea y dos años más tarde una tuberculosis. En 1898, su hermano de 26 años, Emmanuele, es condenado a seis meses de prisión por ser militante del movimiento anarquista.
En 1902, Amedeo se inscribe en la Escuela libre del Desnudo, Scuola libera di Nudo en Florencia y al año siguiente en el Instituto de las Artes de Venecia, ciudad en la que se mueve por los bajos fondos.

París: arte y desenfreno
En 1906 se traslada a París, que es por la época el centro de la vanguardia. En el Bateau-Lavoir, un falansterio para proletarios de Montmartre, conoce a Max Jacob, Van Dongen, Picasso, Guillaume Apollinaire, Diego Rivera, Chaïm Soutine, Vicente Huidobro y otros personajes célebres. Influido en principio por Toulouse-Lautrec, Amedeo encuentra inspiración en Paul Cézanne, el cubismo y la época azul de Picasso. También es evidente la influencia que ejercen sobre él Gustav Klimt y las estampas del japonés Utamaro. Su rapidez de ejecución le hace famoso. Nunca retocaba sus cuadros, pero los que posaron para él decían que era como si hubiesen desnudado su alma.

En 1909, pasa un breve período en Livorno, enfermo y deteriorado en su salud por los excesos de su vida. Regresa a París y alquila un estudio en Montparnasse. Se considera a sí mismo más escultor que pintor, y siguió sobre esa vía cuando Paul Guillaume, un marchante joven y ambicioso le presenta a Constantin Brâncuşi.
Descubre el arte africano y camboyano en el Musée de l'Homme de París. Sus estatuas se reconocen por los ojos almendrados, las bocas pequeñas, las narices torcidas y los cuellos alargados. Se presentó una serie en el Salón de Otoño de 1912, pero tuvo que dejar de esculpir porque el polvo le causaba problemas de salud.
Retrató a los habituales de Montparnasse, como Soutine, Diego Rivera, Juan Gris, Max Jacob, Blaise Cendrars y Jean Cocteau.
Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, intenta alistarse, pero su precaria salud se lo impide.
Conocido como "Modì" por sus amigos, Amedeo emana magnetismo hacia las mujeres. Tiene numerosos romances hasta que entra en su vida Beatrice Hastings, con la que mantendrá una relación de unos dos años. Ésta le sirve de modelo en varios retratos, como "Madame Pompadour". Cuando está bajo los efectos del alcohol, es triste y violento, como muestra el dibujo de Maria Vassilieff. Sobrio, es tímido y encantador, le gusta citar a Dante Alighieri y recitar poemas del libro del conde de Lautréamont Los cantos de Maldoror ("Les Chants de Maldoror") libro del que siempre tiene cerca un ejemplar. En 1916, conoce al poeta y marchante de arte polaco Léopold Zborowski y a su mujer Anna. Modigliani lo retrata en varias ocasiones, cobrándole sólo diez francos por retrato.
El siguiente verano, la escultora ucraniana Chana Orloff le presenta a su amiga Jeanne Hébuterne, una estudiante de 18 años que había posado para Foujita. Cuando la familia burguesa de Jeanne se entera de esta relación con el que era considerado un depravado, le corta su asignación económica. Sus tormentosas relaciones se hicieron aún más famosas que sus borracheras.
El 3 de diciembre de 1917 se celebra su primera exposición, en la galería de Berthe Weill, pero horas después la autoridad la cierra por indecencia. Debido a sus problemas de salud, tiene que trasladarse a Niza con Hébuterne, que da a luz en 1919 a una hija a la que llamará Jeanne. Por sugerencia del marchante Guillaume, realiza una serie de desnudos (ahora sus obras más cotizadas), con la pretensión de venderlos a los millonarios que veranean en la Costa Azul, sin mayores éxitos.
En mayo de 1919, vuelve a París, a la calle de la Grande Chaumière. Su salud se deteriora con rapidez ya que seguía con sus vicios. Tras un largo período en el que sus vecinos no sabían nada de él y después de una noche de excesos y de haber peleado con unos vándalos en la calle, le encuentran delirando en la cama a la vez que sostenía la mano de Jeanne embarazada casi de nueve meses. Lo único que puede hacer el médico es atestiguar que su estado es desesperado. Muere de meningitis tuberculosa el 24 de enero de 1920. Unos días antes había pedido el permiso al gobierno francés para contraer matrimonio con Jeanne.
Los más importantes artistas de Montmartre y Montparnasse siguen los funerales. Jeanne Hébuterne, llevada a casa de sus padres, se suicida tirándose desde la ventana de un quinto piso, después del funeral de Modigliani, embarazada por segunda vez.
La hermana de Modigliani que vivía en Florencia, adopta a su hija huérfana. Ésta escribirá una importante biografía de su padre titulada: Modigliani: Hombre y mito.

Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Amedeo_Modigliani