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miércoles, 30 de noviembre de 2011

"Todos nos llamamos Alí"



















Ficha técnica y artística
Alemania Occidental, 1974. Director: Rainer Werner Fassbinder. Productores: Rainer Werner Fassbinder. Guión: Rainer Werner Fassbinder. Música: Rainer Werner Fassbinder. Fotografía: Jürg en Jürges, en color. Montaje: Thea Eymèsz. Diseño de producción: Rainer Werner Fassbinder. Duración: 93 minutos. Intérpretes: Brigitte Mira (Emmi Kurowski), El Hedi ben Salem (Ali), Barbara Valentin (Barbara), Irm Hermann (Arista), Elma Karlowa (Mrs. Kargus), Anita Bucher (Mrs. Ellis), Gusti Kreissl (Paula), Doris Mattes (Mrs. Angermeyer).

SINOPSIS Y COMENTARIOS FÍLMICOS
Rodada durante quince días en septiembre de 1973, se sitúa entre Las amargas lágrimas de Petra von Kant y Effi Briest. Fassbinder se ocupó de la dirección, guión, producción, diseño de producción, compuso el tema principal de la película y se metió en la piel de Eugen, repelente yerno de Emmi. Para los papeles principales eligió a su ex-amante argelino El Hedi Ben Salem y a mamá Kusters Brigitte Mira. En Cannes, la película ganó el Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI) y el Premio del Jurado Ecuménico.
En Todos nos llamamos Alí Fassbinder adapta a su manera un film de Douglas Sirk, Sólo el cielo lo sabe (All That Heaven Allows, 1955). El melodrama norteamericano, protagonizado por Jane Wyman y Rock Hudson centraba su mirada en la diferencia de edad y de clase de sus protagonistas: la viuda rica y el jardinero. Fassbinder va más allá y a ello añade la diferencia racial. ¿Tan difícil es romper con las convenciones sociales?
Emmi Kurowski (Brigitte Mira), una mujer de la limpieza, viuda sesentona de un inmigrante polaco, se refugia de la lluvia en un bar regentado por Barbara (Barbara Valentin). El ambiente sórdido, la luz roja. ¿Cerveza o Cola? Una Cola, por favor. Desde su mesa solitaria distingue a Alí (El Hedi ben Salem), un joven marroquí, de entre sus compañeros inmigrantes. Éste se acerca: se la ve sola. Todos lo estamos.
Así nace esta historia de amor prohibida, el melodrama. Los atentados de las Olimpiadas de Munich recientemente se han acoplado en las mentes occidentales (¿se acuerdan del 11-S?). Alí es marroquí, Emmi perteneció al partido nazi. ¿Qué más da? Nunca es tarde para expiar los pecados y vivir la vida con toda intensidad.
En un principio todo el mundo les da la espalda: sus vecinos, sus amigos, su familia (con neonazi incluido: ojo con la composición del propio Fassbinder). Pero resisten los embates como pueden y ponen tierra de por medio durante un tiempo, para que las aguas se calmen. (Cabe recordar en este punto que para el influyente Bertolt Brecht la ciudad es el escenario moderno donde tienen lugar los conflictos del nuevo hombre: el escenario de la existencia y el escenario de la lucha de clases.) A su vuelta se cambian las tornas, el egoísmo campa a sus anchas: el tendero quiere recuperar a una importante clienta, la vecina solicita la ayuda de Alí para mover unos muebles, y un hijo de Emmi la requiere para que haga de niñera con su nieto. Abrumados con tal recibimiento, la pareja convertida ya en marido y mujer cae en la desidia. El enemigo está en casa. Alí necesita los favores sexuales y el cuscús de Barbara; a Emmi se le hincha la vena xenófoba al conocer a una nueva compañera de trabajo...
El final de la película es idéntico al de Sirk. Pero mientras el clásico de Hollywood dejaba una puerta abierta a la esperanza con la imagen del ciervo (cfr. la mitología de mujeres embarazadas que gobiernan el mundo y tienen la apariencia de ciervos), el final de Todos nos llamamos Alí es abierto, aunque en el fondo es cíclico, redundante, sin salida.
La composición de las imágenes se construye a base de encuadrar a los personajes desde puertas y ventanas, enjaularlos bajo barandillas de escaleras o abandonarlos en una balsa rodeada de un mar de sillas amarillas. La cámara se solaza en los planos, observa sin filtros los rostros desencajados de dolor y pasión, al tiempo que enclaustra a los habitantes en marcos claustrofóbicos, cuya única salida son los espejos donde observar la huella que dejan las emociones.
La función narrativa de la imagen se basa en movimientos lentos y planos tomados desde la lejanía. Pero en ciertos momentos la cámara señala cual dedo acusador las actitudes xenófobas de los personajes. Véase sino la escena en la que Emmi presenta al moro a sus hijos: la cámara efectúa un travelling y se detiene en primer plano en cada uno de los rostros. Aflora el odio, la consternación, el desprecio y, finalmente, la ira. Debido a este furioso impulso emocional, uno de los hijos de Emmi patea el televisor, destrozándolo. Irónicamente, se rompe así un símbolo de la opresión y el aislamiento social de la abuela.
Conciencia individual significa ruptura y hostilidad. A la vuelta de su particular luna de miel las tormentas ya no son de carácter meteorológico, sino que traspasan el umbral del domicilio conyugal. Alí necesita también el calor de otros compatriotas, otros manjares y licores, otros senos, más turgentes. Emmi se autoconvence atribuyendo el distanciamiento a «su mentalidad extranjera». Pero no, ellos se miran directamente a los ojos. Esto ya es demasiado, aunque aún queda tiempo para bailar al son de la melodía cíngara.
Fuente:

http://cineclubfetiche.blogspot.com/2007_04_01_archive.html

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Críticas de Todos nos llamamos Alí

Rainer Werner Fassbinder
(1974)

Cuando el miedo se come el alma
Dirigida, escrita y producida por Fassbinder, se rodó durante 15 días en setiembre de 1973. Considerada por el autor como una de sus mejores obras, ganó el premio de la OCIC y el premio FIPRESCI de Cannes. Obtuvo la Cinta de Oro a la mejor actriz (Premios del Cine Alemán).
La acción tiene lugar en 1972/73 en una ciudad no determinada de Alemania. Narra la historia de amor entre Emmi Kurowski (Brigitte Mira) y Alí (El Heidi Ben Salem). Ella es viuda, tiene unos 60 años, es madre de una hija, Krista (Irm Hermann), y dos hijos y trabaja como empleada de la limpieza. Él es marroquí, de etnia bereber, tiene unos 35 años, es inmigrante desde hace 2 y trabaja en un taller de reparación de coches. Se conocen cuando ella, una tarde lluviosa, se refugia en el bar donde Alí se reúne con los amigos. Más tarde contraerán matrimonio. La película se plantea como una reflexión sobre el racismo. La pareja sufre el rechazo de vecinos, familiares y amigos, cegados por la intransigencia, agitados por el miedo, inseguros ante el cambio y todo lo nuevo y animados por el espíritu autoritario que late en las profundidades del alma colectiva de una sociedad avanzada como la de la RFA en 1973. El film pone en evidencia la falta de argumentos en los que se basa el rechazo de la inmigración, sea polaca, serbia, magrebí o turca. Se les acusa de falsedades (no se lavan) o de bobadas (pertenencen a otro grupo salarial). El rechazo de la inmigración se asemeja al que padecen las personas mayores, como Emmi, por razón de edad, limitaciones, diferencias de gustos y hábitos, aparente fragilidad, etc. Muchas se ven forzadas, como Emmi en las primeras secuencias de la película, a la soledad y al abandono. Emmi padece un doble rechazo, el que la afecta por ser pareja de un inmigrante y el que la afecta como persona mayor. La hostilidad general que padece la pareja se convierte en falsa amabilidad y en condescendencia interesada, cuando los actores necesitan alguna ayuda o favor. Racismo, miedo, intolerancia, inseguridad e hipocresía son elementos que se combinan y se refuerzan mutuamente.
La música juxtapone melodías magrebíes y alemanas, con preferencia por el tango que tanto agrada a Emmi. La fotografía usa una cámara más inquieta y más móvil que en la mayoría de las películas del autor. Estiliza los personajes y en ocasiones mantiene a algunos de ellos en posición inmovil, en actitud de expectación (bar) o de rechazo (jardín del restaurante). Usa con frecuencia balustradas, barrotes o similares, para reforzar la separación entre la pareja y los vecinos. El guión evita toda manifestación sensiblera o sentimentalista: explica los hechos con sobriedad y mesura. La dirección añade a la narración emotividad, dinamismo y una frescura inusual. Fassbinder cambia su pesimismo habitual por la posibilidad de la utopía de un amor imposible.

Remake de "Sólo el cielo lo sabe", de Douglas Sirk. Película excelente, que en ocasiones roza la perfección.
Miquel

Duvelmur Murcia (España)
Su valoración: 28 de Diciembre de 2006

La angustia corroe el alma
Así reza el título original de este ejercicio de sosiego, dulzura y sencillez para una película densa y necesaria, educativa e ilustrativa como pocas, conducida con una dirección espartana que acaba apabullando, emocionando y paulatinamente entristeciendo. Fassbinder, liberado de todo lo superfluo aunque sin prescindir de momentos de genialidad, disecciona los prejuicios raciales y sociales de una Alemania hipócrita que mantenía restos de su pasado nacional-socialista; sin embargo, aunque la acción se ubique en Alemania, su denuncia traspasa fronteras y es fácil localizar en cualquier parte del mundo rico algunos de los síntomas que el director alemán ausculta. Mención aparte para la bella e inquietante historia de amor que usa como hilo conductor; en las antípodas del cine hollywoodense y que fuerza al espectador a ir más allá en sus tradicionales postulados acerca del amor. Hay que verla
Duvelmur

TOM REGAN almeria (España)
Su valoración: 9 de Noviembre de 2008

Amor al límite.
Preciosa tierna historia de amor, amor complicado, del que tiene que superar multitud de barreras, amor a no estar solos, casi amor contranatura, es Amor con mayúsculas, un amor en Alemania entre una mujer mayor, de unos sesenta años y un marroquí de unos treinta y cinco. El film nos habla de temas universales, como el racismo encubierto de miedo a lo desconocido, nos habla de la soledad en personas mayores y de como el amor puede derrumbar tabúes. Un gran hándicap es que se nota demasiado su falta de presupuesto y que algunas escenas se notan algo forzadas, llevadas al límite. Por lo demás una de las más lindas historias de amor vistas por mi últimamente. Recomendable a los que gusten de amores nada convencionales. Fuerza y honor!!!

CHIFLAFOSTROS alicante (España)
Su valoración: 22 de Septiembre de 2006

DE VISION OBLIGATORIA
Junto con "Las cartas de Alou", debería ser de obligatoria visión en institutos.
Lamentablemente la producción sencilla, las carencias técnicas y la crudeza con que se tratan ambas propuestas, hacen que espectadores acostumbrados a grandes superproducciones hechas con el único y mas que legítimo objetivo de entretener, pierdamos de vista las cualidades de estas dos pequeñas maravillas.
En críticas anteriores se pinta una semblanza de por donde va la historia. No me extenderé en ello. Solamente agregar que una hermosa poesía, escrita en una servilleta de papel vieja y mojada, seguirá siendo una hermosa poesía. Aunque luzca mas en un libro de tapa dura y con bellas letras doradas.

Ennis Madrid (España)
Su valoración: 9 de Junio de 2006

Soledad y abandono
Es sorprendente la convicción con que Fassbinder narra esta historia. Las dos personas que la protagonizan necesitan compañía y cariño y ven que se sienten a gusto juntos, pero la sociedad se mostrará cruel y reacia a aceptarlos.
Con todo en contra permanecen fuertemente unidos, pero cuando las dificultades parezcan superarse, es interesante el camino que sigue el guión, se muestra sutilmente cierta pérdida del respeto hacia el otro como causa de distanciamiento.
Visualmente el cine de Fassbinder es limitado y falto de recursos, pero aquí se aprecia un control y una credibilidad que hacen se trate de una obra de gran valía.

Fuente: http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/754614.html