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sábado, 1 de mayo de 2010

La venganza a caballo: Randolph Scott


Fue ciertamente una desgracia para la música que el mismo día que murió Stalin muriera también Prokofiev. Es una lamentable coincidencia que el día que murió Randolph Scott, más una leyenda que un actor de cine, muriera también el bufón Danny Kaye.

La leyenda quiere que Randolph Scott, alto y rubio, se hiciera actor ante la recomendación de Howard Hughes. Alto y buen mozo, el mismo Hughes dedicó todo su tiempo y su dinero, que era considerable, a la excentrici8dad y las mujeres. La leyenda dice que al ver Hughes a Scott jugando golf en Pasadena le dio el tip que cambió su vida. John Ford recomendaba que entre la verdad y las leyendas del Oeste había siempre que escoger las últimas. Ahora, invirtiendo a Ford, hay que imprimir la verdad. Randolph Scott era un aspirante a actor que sabía montar a caballo, hablaba con acento sureño pero no era más alto que cualquier cowboy del cine. La primera oportunidad de Scott (alias Randolph Crane) la tuvo en La herencia del desierto. Se la dio Henry Hathaway, el director que después dirigiera más de uno de sus éxitos ya de estrella. El sonsonete sureño le sirvió a Scott para enseñar a Gary Coopera hablar como virginiano, precisamente en su rol en El virginiano.

Scott hizo dinero en los oestes instantáneos de Zane Grey y al morir era uno de los hombres más ricos de Hollywood: su fortuna se estima en más de ¡100 millones de dólares! Su salario y unas cuantas inversiones bien aconsejadas (pozos de petróleo, bonos, acciones y no malas razones) lo hicieron tan rico como su amigo Cary Grant, al que llevaba solamente cinco días y con quién compartió casa y piscina en los años treinta. Ante los persistentes rumores de que eran una pareja, el estudio obligó a Grant a mudarse solo a pesar de su notoria tacañería. Comentó Grant entonces: “Vivimos en la misma casa pero no freímos huevos juntos”. Nadie le advirtió a Cary que su salida sería en español de doble y triple sentido.

Fue en Hasta el último hombre, de 1933, donde Scott consiguió esa “austera seguridad” que sería su sello a caballo y a pie en el desierto rocoso. (Aviso a todos los pedófilos: fue esta película apta que Shirley Temple, de apenas seis años, debutó bañándose desnudita. Escenas como éstas movieron a Graham Greene a un comentario que le costó un pleito, una compensación y las costas). A partir de entonces los críticos insistieron en que Scott era mkuy natural sobre la silla y sobre el horizonte. De hecho, Scott es el menos natural de los cowboys del cine y su estilo parece pertenecer a un teatro kabuki del oeste; su cara es la máscara muda de la muerte. En El tejano, de 1938, Scott encarnaría con notable autoridad un rol que John Wayne heredó más tarde en Río Rojo: ambos son ganaderos que, ya que las reses no pueden ir solas al matadero, las llevan ellos a través de miles de millas y de incontables peripecias. Igual que Wayne, que durante décadas fue una figura que era fuente de risas, Randolph Scott se graduó lentamente en su carrera que va del vaquero benévolo hasta el icono final. Scott fue también la estrella de Frontier Marshal, la primera película sonora del legendario director Allan Dwan. Frontier Marshal se parece extrañamente a Pasión de los fuertes, la obra maestra de John Ford hecha muchos años más tarde. ¿Plagio? Contagio: todas las epopeyas son la misma epopeya. En Jesse James y bajo la dirección magistral de Henry King (un director genuino muy maltratado por mal entendido por la crítica, lo que por supuesto nunca afectó la salud de su taquilla), Scott es un sheriff bénevolo y comprensivo. En Virginia City Randolph Scott tiene ocasión de mostrar su suave acento virginiano al compartir honores con Errol Flynn y por encima de Humphrey Bogart, que es un villano de pacotilla y patilla. Mientras que en Belle Starr el parco Scott no solo divide honores y deshonras con la Reina de los Bandidos sinjo que, privilegio del héroe sombrío, suele besar a Gene Tierney, siempre gloriosa en technicolor: nadie la olvida en Que el cielo la juzgue a caballo esparciendo las cenizas de su padre.

Su obra maestra de esta época es Western Union, dirigida por el gran Fritz Lang, que observaba la lucha del bien y del mal en la pradera indiferente con su monóculo alemán sobre su mejor ojo. En una versión malvada de Caín contra Caín, Scott era asesinado por su hermano, modelo de truhanes, y el héroe negativo muere esa muerte violenta y dulce que tanto gusta a los actores desde que Nerón, de coturno y toga, se quitó la máscara para exclamar: “¡Qué artista muere conmigo!”. En Western Union, que es una saga capitalista (el título se refiere a la compañía de mensajes alámbricos primero, inalámbricos ahora), Scott encontró su destino. Se llamaba Harry Joe Brown, antiguo director del cine mudo, que sería su productor cuando los dos se hicieron independientes para hacerse ricos. Scott en su eminencia de entonces hasta corrió parejas con las piernas de Marlene Dietrich en Los despojadores. Por debajo de Scott y de los extremos de Marlene estaba todavía un John Wayne naciente.

Coroner Creek fue la primera vez que Scott se embarcó en una venganza violenta pero fútil. Al final, el acusado cae contra el cuchillo de Scott y se empala accidentalmente. La rencorosa hoja fue con la que se suicidó su mujer ante la odiosa perspectiva de ser violada por los indios, el racismo uniéndose por primera vez al feminismo. Pero en El regreso de los malos Scott es de nuevo el sheriff que ejerce su oficio de venganza sin ardor ni rencor, convencido de que la ley es dura pero es la ley. Todos los oestes de Randolph Scott dirigidos por André de Toth son una serie fuera de serie si se considera que poseían una perspectiva nada unidimensional en la bidimensionalidad del cine. Toth era tuerto, lo no le impidió dirigir la mejor película en tres dimensiones, El museo de cera. El único ojo de Toth fue suficiente para guiñarlo a Verónica Lake con su cabello sobre un ojo. Toth la cazó (y casó), demostrando que un ojo enamorado vale por dos.

Ahora llega en su carrera y ante nuestros ojos la famosa serie final de Randolph Scott en el oeste. Conocida también con el nombre de Ciclo Ranown (de Randolph y Brown, la estrella y el productor), están dirigidas por un director que prometía y aquí cumple su promesa. Budd Boetticher es un hombre que entiende el género (de hecho esta serie lo colocará entre los grandes directores de oestes; nunca nadie ha hecho tanto con tan poco) y lo que es más importante, entiende a Scott en su saga solitaria, con su cara cuarteada, su mirada de águila vieja y sus sentido del honor a pesar de la venganza que siempre lo impulsa y de los malvados que lo detienen y entretienen, encarnados por brillantes actores secundarios que luego serán de primo cartello; Robert Ryan, Richard Boone, Lee Marvin. Ambos, director y actor, saben que lo que dijo Pitágoras es verdad ahora y siempre: “La compañía con hombres malvados contagia al bueno”. Scott, además no es el acostumbrado hombre que conquista el oeste. Como con Gary Cooper en Solo ante el peligro (A la hora señalada)la vejez empieza antes de la muerte.

La serie se estrenó en 1956 con Siete hombres desde ya. Aquí, como en casi todas sus películas de la serie, la venganza se desata porque un hombre pierde a su mujer, a menudo con violencia y siempre con alevosía. Todos los demás oestes (al revés de Duelo al sol, Lanza rota y The big country) son callados, poquita cosa y de una ferocidad inusitada. Tienen kas características de la zorra y son así de astutos. Aquí el paisaje equivale al rostro de Scott y en “un desierto hosco de cardos y peñascales” un vaquero se hace Némesis de los malos. Con la boca que es una raya horizontal entre las arrugas cruzadas en un mapa violento, a veces plisada en una sonrisa arcaica de desdén o de sabiduría, Randolph Scott parece una momia a caballo a la que una maldición egipcia obliga a cabalgar de nuevo. El formato es de película B pero la forma es pura poesía épica.

Cuatro cintas de la serie están escritas por Burt Kennedy, que luego sería conspicuo director de oestes, con un estilo tan marcado que se puede detectar desde los créditos. Las mejores del grupo a caballo –Siete hombres desde ya, Decisión al morir la tarde, Cabalgo solo, vaquero y Estación Comanche- son del género de la venganza violenta y bronca y resultan si no obras maestras, absolutamente imprescindibles al género: al oeste por el oeste. Mi favorita, La Alta T, es un oeste cuya modestia, pureza y ascetismo formal salen de la personalidad de Randollph Scott, uno de los actores más veraces de este género que ha visto mejores días (y noches) pero al que Michael Cimino no puede matar.

Hay después del ciclo Ranown, un hiato en que Randolph Scott parece retirarse a contar sus centavos hechos dólares. Pero de pronto resurge en la más dudosa compañía, bajo la tutela iconoclasta de Sam Peckinpah. Se trata de una película con dos nombres y dos hombres: Ride the High Country o Guns in the afternoon. El último que tanto recuerda a Muerte en la tarde, es el que mejor declara su mercancía: la codicia, la vejez y la muerte. Un crítico elogió a esta cinta como “el más simple, tradicional y grácil de todos los oestes modernos”. También podía haber dicho que es una obra maestra. Aquí es que Scott llega a declarar: “Un hombre tiene que tener más de una razón para cabalgar estos pagos”. Como tenía entonces suficiente dinero para retirar a un ejército a un balneario, hay que concluir que su razón es el arte que es la razón de su vida desde el principio de su carrera. Otro lema famoso de Scott es “nadie puede ver las cosas de rodeo”, queriendo decir, en la vieja filosofía de los oestes, que “un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer”, en un admirable espíritu estoico. La última imagen de este oeste pertenece a su colega Joel McCrea malherido, que literalmente “cae como caen los muertos”, al decir de Dante. Fue Randolph Scotty quién debió de morir. Que no haya muerto significa que ha sobrevivido al fin. Este obituario es entonces un brindis.

(Texto publicado a los pocos días de la muerte de Randolph Scott, acaecida el 2 de marzo de 1987 y recopilado en el libro CINE O SARDINA de Guillermo Cabrera Infante de donde se toma para su publicación

Fuente: http://www.cineforever.com/2010/03/02/la-venganza-a-caballo-randolph-scott/

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